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Cómics de humor

Viñeta de Hunt Emerson, Max Zillion (1986)

Cómics de humor

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El primer ejemplo que proponemos es una viñeta de los Kin-der-Kids de Lyonel Feininger de 1906 (imagen izquierda). Hay diversas razones para empezar por esta imagen: se trata de un cómic humorístico y fantástico, a la vez creado en los primeros años de vida del cómic, y por tanto muy ligado a la modalidad de la viñeta de sátira, en la cual Feininger era un maestro. En aquel tiempo, desde hacía ya unos quince años, Feininger publicaba en Alemania (donde residía, aunque había nacido en Estados Unidos) muchísimas ilustraciones y viñetas políticas de carácter fuertemente satírico en diversas revistas. Prolongaría esta actividad a lo largo de diez años, mientras que su experiencia como dibujante de cómic, por divergencias con sus editores, se alargó apenas un año. Más o menos en el mismo período en que fue dibujada esta imagen, Feininger estaba experimentando con la pintura, un campo en el que se destacaría mucho más, al punto de ser llamado por Gropius para enseñar en la Bauhaus en los años veinte.

La viñeta muestra al Misterioso Pete que informa por medio de una visión a la tía Jim-jam y a su sobrino Gussy de la suerte de los Kin-der-Kids de paseo por el mundo, mostrándolos en plena navegación en una bañera utilizada como embarcación. La caricatura es el instrumento para evidenciar las características de cada personaje: caricaturizando algunos de sus aspectos se los hace característicos y fácilmente reconocibles.
La tía Jim-jam es la típica solterona larga y huesuda, cuyo vestido negro esconde cualquier forma, aparte un rostro enjuto enmarcado por un pañuelo blanco. El sobrino Gussy es un retaco de aire alegre, astuto y un poco intelectual. El Misterioso Pete es verdaderamente misterioso, embozado como está, y también es singular la delgadez de su perro, del que se pueden contar los huesos. En lo alto se distingue a los Kids, los niños protagonistas de la serie, suficientemente visibles para ser reconocidos por el lector habitual.
Con las exigencias de concisión, de poco espacio disponible, de inmediatez comunicativa que el cómic compartía en aquellos años con la viñeta satírica, la caricatura es un instrumento precioso. Con pocos trazos es posible reconocer a unos personajes que un dibujo realista no conseguiría distinguir sino con arduos matices. El dibujante tenía en aquellos años a disposición una página a la semana (o, poco después, de una tira al día) para contar algún acontecimiento dotado de sentido. El lector debía estar además en condiciones de entender al menos en líneas generales los caracteres de los personajes desde las primeras apariciones. No se podía esperar a que llegara a entender a través del relato. La comunicación debía ser mucho más inmediata, directa e implicatoria.

La caricatura tiene estas características. No es casual que para ver el nacimiento de los primeros cómics «realistas» se deba esperar a finales de los años veinte, cuando ya el lenguaje de los cómics está consolidado, y también su público. Y no es casual que el primer cómic no caricaturesco retome las historias de aquel Tarzán cuyo enorme éxito garantizaba el interés del público incluso en las más difíciles fases iniciales, cuando aún personajes y ambiente estaban necesariamente poco definidos. Era fundamental, pues, el hecho de que en realidad los personajes y el ambiente fueran reconocidos a través de los libros y de los mass-media.

Pero las características de concisión y de esencialidad son a menudo típicas también de la narración humorística. Pensemos, por ejemplo, en los chistes, una de las cualidades más apreciadas es la brevedad. La caricatura es adecuada al humorismo porque está en condiciones de decirnos muchas más cosas de una sola vez que la imagen realista: ella deforma caricaturizando, poniendo en evidencia los rasgos más significativos. Es decir, nos simplifica la comprensión de la imagen, y por ello las imágenes para niños son casi siempre caricaturas. Pero el «hacer reír» no es esencial a las caricaturas: se las puede utilizar para hacer reír, marcando ciertos rasgos, ciertas deformidades que «nos hacen reír», pero también encierran otros fines.

El uso de los animales humanizados en los cómics viene de la literatura fabulista y moralizante de Esopo o La Fontaine, a través de su dedicación a la literatura infantil. Además de prestarse fácilmente a la caricaturización, esta mezcla de aspectos animales y humanos permite también caracterizar a los personajes a través de la atribución de las cualidades del animal del que adoptan los rasgos.
El ejemplo obligado en este caso es la producción de Disney (imagen izquierda). El estudio Disney había experimentado con el conejo Oswald antes que con el ratón Mickey, y su inspirador era el gato Félix de Pat Sullivan.

El pato Donald nace como personaje de los dibujos animados en 1934, porque, según parece, la Disney tenía una voz (un doblador) que gustaba muchísimo y era oportuno crear un personaje que le diera vida. Inmediatamente llegará a los cómics, haciéndose en seguida tan popular como para dedicarle en 1937 una serie exclusivamente suya, dibujada por Al Taliaferro.
A esta serie pertenece la viñeta de la imagen de arriba, de 1941. Hoy estamos tan habituados a este tipo de imagen que hasta nos cuesta verlas como caricaturas, y a veces hasta reconocerlas como no humanas. Pero los dos personajes que amenazan a Donald son inequívocamente perros, así como Donald es un pato. La costumbre nos hace olvidar incluso que Donald anda normalmente desnudo de cintura para abajo, porque su chaquetilla constituye toda su indumentaria: y cuando Donald se queda sin chaqueta está desnudo y tiene vergüenza.
En suma, la habilidad de los dibujantes de Disney, y el éxito que la ha acompañado, ha hecho que este modo de representar el mundo aparezca ante nuestros ojos como extremadamente natural, cuando se lo encuentra en los contextos en que esperamos encontrarlo, naturalmente. La caricatura en estas situaciones se ha superado definitivamente a sí misma convirtiéndose en pura figuración, perdiendo esa característica de deformidad que estamos habituados a asociar con ella. La tía Jim-jam y el sobrino Gummy de Feininger nos parecen representaciones deformadas de figuras humanas; no pasa lo mismo con los personajes de Disney, cuyo mundo es coherente y perfecto en sí mismo, regido por reglas y convenciones íntimamente aceptadas. ¿Acaso nos sorprende la monstruosa diferencia de dimensiones entre Donald y la mayor parte de otros personajes, como se representa en nuestro ejemplo?

Si comparamos la caricatura a lo Disney con la de Feininger nos damos cuenta de algunas otras características. Un aspecto a destacar de los dibujos de Disney es la rotundidad de las líneas: así como Feininger es agudo y anguloso, los personajes de Disney no tienen ningún ángulo, son blandos, redondos incluso cuando delgados. Las manos son regordetas, los ojos grandes, las líneas que los definen son siempre suaves y moduladas. El efecto es el de un mundo en el que también los personajes más malos tienen las rotundidades de las formas infantiles; y un espíritu aniñado, jocoso, es esparcido por doquier, incluso cuando se explican los abominables planes de Peg —Leg— Pete o de Sylvester Shyster, o cuando se muestran los ingeniosos y malvados artilugios de este último.

Un gran creador de caricaturas es el italiano Benito Jacovitti (viñeta izq.). Algo de la redondez disneyana queda reflejado en sus figuras, pero el espíritu de Jacovitti es mucho más burlesco y paradójico que el de la producción de Disney.
Jacovitti ha inventado prácticamente un modo de hacer caricatura. Bien mirado, los elementos que constituyen los rostros de sus personajes forman un repertorio bastante reducido: cinco o seis tipos de narices, dos o tres bocas, tres o cuatro mentones, un solo tipo de ojos, tres o cuatro bigotes, y apenas algo más. Pero la cantidad de personajes que Jacovitti logra construir con estos elementos es enorme, y todos caracterizados de manera vivísima. Aun cuando, rara vez, los personajes sean caricaturas de personas que existan en realidad o hayan existido, la semejanza es evidente, signo de que dentro de su propio lenguaje Jacovitti es capaz de traducir cualquier cosa, interpretando la realidad y reinscribiéndola con su estilo.
La viñeta nos muestra a la caricatura que vive de la exasperación de caracteres, movimientos y situaciones estereotipados. La caricatura hace más fácil el reconocimiento de las situaciones porque pone en evidencia precisamente aquello que estamos acostumbrados a ver en este tipo de situaciones, o lo que esperamos ver. Y eventualmente exagera, provocando el efecto cómico. La nariz rebanada del soldado simboliza la derrota y la afrenta, pero al mismo tiempo nos tranquiliza el nulo derramamiento de sangre, que la asemeja más al salchichón que hay en el suelo que a una efectiva nariz cortada. El napoleónico y partenopeo gobernador pone verdaderamente «los pies en polvorosa», y los faldones de la chaqueta se le levantan como corresponde; boca y ojos expresan aquí más espanto que en cualquier representación realista, porque esa boca y esos ojos son la boca y los ojos típicos del espanto, y de esta manera se ponen en evidencia más rápidamente que en cualquier representación realista, la cual debería mostrar, al ser realista, muchas otras cosas, y no podría expresar las expresiones más de lo que sucede en la realidad.

Más variado es el repertorio de signos de Altan. El sarcasmo de Altan es devastador. Mucho más que en los otros ejemplos, aquí el humorismo se basa en el efecto grotesco de la caricatura, y se trata siempre de un humorismo airado, feroz, despiadado. Las caricaturas de Altan, además de ser expresivas, quieren ser expresionistas, son retratos del vicio, de las malas cualidades. Se subrayan características que descuidaban los otros ejemplos que hemos visto: las bolsas debajo de los ojos, las verrugas en las narices, la grasa bamboleante de las barrigas, la perfidia de las miradas, la vanidad imbécil de los peinados…
Las caricaturas vistas hasta ahora eran bonachonas. Con Altan encontramos, en cambio, un ejemplo del uso incisivo, a veces terrible, que se puede hacer de la caricatura, y del que veremos otros casos reflexionando sobre los cómics no humorísticos.

Viñeta de Hunt Emerson, Max Zillion (1986)Por último, Hunt Emerson. Un ejemplo de caricatura extremadamente fuerte, deformante, muy grotesca, más deformante que la de Altan, si es posible. Pero utilizada para crear una imagen del mundo bonachona y desengañada, donde todo es más feo y más triste de lo que debería ser y que parece ser, según las palabras de los personajes, pero la vida es bella de todos modos. El pobrísimo saxofonista Max Zillion pasa de una (hilarante, pero sólo para el lector) desilusión a otra. Nunca le pagan y todos se aprovechan de él.
Es la tradición caricaturesca procedente de las corrientes del underground norteamericano, descendiente lejano, a su vez, de los cómics satíricos de principios de siglo. Hay algo que recuerda a Krazy Kat con su trazo grueso, denso, poco descriptivo.

 

 

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