Mi madre siempre decía que nací con un lápiz en la mano, y la verdad es que lo primero que recuerdo de mi vida es estar garabateando. Me podía pasar horas haciendo garabatos porque me relajaba mucho. Con los años mis garabatos fueron cogiendo formas definidas, hasta que me metí en el estudio del pintor Martín Alda para que me enseñara todas las técnicas de pintura, como óleo, acuarela, gouache, pastel, acrílico, carboncillo, técnicas mixtas… y que me dieron una sólida formación para convertirme en ilustradora freelance. Fue como hacer la carrera de Bellas Artes en poco tiempo.
Empecé a ganarme la vida con mis dibujos cuando tenía diecisiete años. En esa época no existía Internet. Me pasaba horas en las tiendas y librerías, examinando las revistas y periódicos donde podían encajar mis ilustraciones. Miraba la sección donde aparecían los datos de la editorial, los llamaba y muchas veces conseguía que me recibieran los mismos editores. Les enseñaba mi portfolio de ilustraciones, y a algunos les gustaba y me encargaban trabajos, incluso llegué a trabajar como ilustradora freelance periódicamente para varias editoriales.
Al poco tiempo, con 19 años, empecé a trabajar en un estudio de publicidad, donde además de diseñar packagings, folletos y anuncios, también trabajaba como ilustradora. Las ilustraciones las hacía en esa época a mano, con aerógrafo. Era un trabajo de chinos porque tras hacer el dibujo, tenía que pegar una máscara encima, recortar con un bisturí cada área diferente que iba a pintar, luego levantar cada área con mucho cuidado para que no hiciera ningún pico, pintar con aerógrafo una zona, esperar que se secara, volverla a tapar, levantar otra zona, etc…
Al poco tiempo cambié de estudio de publicidad. Ahí no hacía ilustraciones, solo diseños publicitarios con fotografías de productos. Pero además de trabajar en el estudio, dibujaba una página mensual de cómics para la revista El Víbora. A los pocos meses de estar trabajando allí, me llamó Martín Alda (el pintor que me enseñó las técnicas de pintura) para que fuera a trabajar con él. Tenía también un estudio de diseño. Me lo pasé muy bien y me enseño más técnicas y a hacer mejor ilustraciones publicitarias.
Después de dos años trabajando en su estudio, volví a trabajar realizando ilustraciones freelance para revistas. Conseguí varias editoriales fijas que además de encargarme ilustraciones todos los meses, les hacía tiras cómicas. También conseguí otro cliente fijo, laboratorio de dermofarmacia, a quienes les ilustraba y diseñaba el packaging y campañas de sus productos.
Con veintiocho años entré a trabajar en una agencia publicitaria como directora de arte. Me gustó mucho porque dibujé muchas ilustraciones y bocetos para campañas, y me dejaron que expandiera mi creatividad. En esa época también publiqué un libro de cómics para la editorial Glénat.
Tras varios años trabajando en la agencia, me fui y me puse a trabajar como ilustradora freelance y también como diseñadora web freelance. Además también pinté un montón de cuadros e hice varias exposiciones de arte, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, la Sala Retiro… Y llegué a vender cuadros hasta en EE.UU. Luego volví a centrarme en la ilustración, hasta ahora que sigo disfrutando de mi trabajo como ilustradora freelance realizando ilustraciones para todo tipo de clientes y de estilos de ilustración, como también ilustradora de cuentos infantiles.