Obras Maestras del Arte Fantástico
Por mucho que el hombre siempre haya hecho resaltar que la razón es lo que le diferencia de los demás seres vivos de este planeta, con frecuencia también ha intentado romper las ataduras que esta razón le impone. Un mundo que fuese comprensible en todos sus aspectos, no ofrecería nada más que desencanto y aburrimiento, no sólo al inagotable afán de conocimiento del horno sapiens, sino también al instinto de juego del horno ludens.
El hombre es un soñador. Se encuentra en situación de satisfacer sus necesidades —cuando se las niega la sobriedad de su vida cotidiana— mediante las irracionalidades de su propia fantasía. Si dispone de un don artístico especial, quiere hacer a otros partícipes de sus sueños —sea en forma de publicaciones literarias, sea en forma de representaciones visuales, por ejemplo. La cantidad de tales intentos confirma la infinita riqueza de la fuerza imaginativa humana.
La literatura fantástica como polo opuesto de un determinado mundo racional, es algo que se ha venido dando desde que el hombre sabe comunicarse por escrito. La epopeya babilónica de Gilgamés, nacido en el siglo III antes de Cristo, resulta —desde el punto de vista moderno— altamente fantástica.
Sin embargo, lo que normalmente entendemos como fantasía es una amplia avalancha de tiempos sin fecha. Este género surgió durante los años sesenta de nuestro siglo como parte de la literatura de ciencia ficción, que en aquella época se hallaba sometida a un gran cambio.
Partiendo de los acontecimientos reales de los viajes espaciales y el conocimiento surgido de las dudas sobre éste y otros «adelantos», el interés de la ciencia ficción paso del hardware al software. Ya no se trataba de conquistar de manera osada el «outer space», el insondable universo, sino de sensibilizar el «inner space», el «universo interior» de las actividades y formas humanas de pensar, lo cual pasó a formar parte de las ambiciones literarias de los escritores.
Este desarrollo hizo que muchas se salieran de la jaula de «triviales» de la literatura de ciencia ficción en la cual les habían metido gustosamente los críticos literarios tradicionales. Comenzaron a diluirse los límites entre la literatura recreativa y la «seria». J.R.R. Tolkien, que a finales de la década de los sesenta cosechó un inesperado éxito con su epopeya fantástica «El Señor de los Anillos», resulta muy difícil de clasificar en uno u otro lado.
No obstante, en la nueva literatura fantástica aún siguen diferenciándose dos corrientes. Una de ellas es la «Sword-and-Sorcery-Fantasy» (Espada y Magia)_ que posteriormente también se definió, de modo general-COMO «Heroic Fantasy». Sus contenidos vienen determinados sobre todo por rudos aventureros, cuyas acciones se desarrollan en un imaginario mundo «bárbaro-.. donde la técnica y la civilización se hallan en una de si etapas más inferiores. Frente a la «Heroic Fantasv» se halla la denominada «High Fantasy», a la cual pueden permitirse altas exigencias literarias, y a la que pertenece el antes mencionado Tolkien.
Sin embargo, por principio, la moderna literatura fantástica tiene una cosa en común: se trata de que tiene lugar en «otro mundo», es decir, en un espacio imaginario que se halla separado del racional. La busca de aventuras y valores de diferente tipo caracterizan a la mayor parte de estos temas, los cuales con frecuencia cuentan también con los tradicionales motivos fantásticos, como los que son usuales en el arte.
La plasmación en imágenes de estos mundos imaginarios es lo que constituye el arte fantástico. Puesto que en sus orígenes se trataba de ilustrar unos patrones literarios, sirve para este sector artístico lo mismo que para la literatura. La más vieja generación de creadores fantásticos, como por ejemplo Frank Kelly Freas o Paul Lehr, ha comenzado como ilustradora de libros de ciencia ficción.
Y también en el desarrollo de los más jóvenes de este grupo de artistas ha tenido gran influencia el ámbito de la ciencia ficción. No pocos de estos ilustradores que hoy en día se conocen se formaron en los años cincuenta, cuando se inició la busca de nuevos horizontes y la competencia de ambas superpotencias para hacerse con el dominio del universo, temas que influyeron intensamente en los medios y cerebros de sus contemporáneos.
Al igual que en otros campos, pronto cristalizaron en el arte fantástico aquellos que sobrevivieron al favor de la lección y que también eran capaces de ser profetas del futuro. Los trabajos que se presentan en las siguientes páginas proporcionan una buena visión de los diferentes estilos de las más importantes ilustraciones fantásticas de todo el mundo. De esta selección se desprende que incluso dentro de los artistas cualitativamente más destacados pueden observarse diferentes tendencias.
Junto al destino que se da a los diferentes trabajos, los cuales suelen ser por encargo, la expresión de sus obras viene determinada por las características geográficas y nacionales, pero sobre todo por el temperamento individual del artista. «Mi arte es parte de mí mismo», en la unánime respuesta de todos aquellos que crean sus ideas fantásticas.
Tal como se ha dicho antes, para muchos la demanda de sueños es, en nuestra época, la expresión de una falta en el mundo racional. Tolkien definió la fantasía como una «superación de la pobreza imaginativa». Como un giro hacia otros planos de la conciencia, un plano que en la vida cotidiana queda oprimido por la perfección del «progreso», la fantasía es menos una recuperación del pasado que un cambio de orientación. En su creatividad, mediante sus aptitudes para dar una forma a sus sueños, los artistas de lo fantástico nos abren su caudal personal.
El arte fantástico es la puerta para representar el infinito en imágenes. Ni formas ni colores nos someten a la violencia de la «realidad» que nos ata: Puede imaginarse todo, y todo es verdad. Tiempo y espacio parecen disolverse. Paisajes de salvaje belleza y de impresionante rareza se abren a los ojos del observador, un cosmos sin fronteras del espíritu. Y no hay imagen igual a otra.
Tan variada como la representación es la técnica que utilizan los artistas para plasmar su fantasía. Para poder juzgar dichas técnicas es necesario que se tenga en cuenta que, sólo en muy raros casos, las ilustraciones que llegan al observador son originales. Se trata de modelos hechos por el pintor fantástico, de los que deben ser reproducidos miles o incluso millones de copias.
Por perfectas que sean las técnicas de reproducción, una impresión siempre es diferente al original. Raramente, la imagen reproducida consigue la fuerza de colores y la riqueza de detalles del modelo. Además, para las portadas el original debe ser muy reducido. Es asombroso que los maestros del arte fantástico que se hallan reunidos en este libro no hayan tenido en cuenta tales limitaciones, habiendo podido efectuar sus creaciones de modo mucho más sencillo. Cada una de estas imágenes, que en su usual forma de empleo no son mayores que el formato de un libro de bolsillo, puede ampliarse hasta el tamaño de un póster sin que por ello desmerezca. Las ilustraciones hechas originalmente para su producción masiva no son en modo alguno un producto de masas.
Entretanto, también las galerías y coleccionistas de arte se han dado cuenta de ello, y los originales de estas imágenes —siempre que se puedan conseguir— cuentan entre los objetos artísticos más solicitados de nuestro tiempo. Muchas de las imágenes, en su forma original, son verdaderos cuadros. En ellos se nota que su creador forzosamente debe tener una profunda formación —bien sea en una academia de arte o por una intensiva autoformación— para poder dominar las pinturas de un modo tan perfecto.
Junto a los usuales colores al óleo, muchos ilustradores de nuestros días utilizan también los colores acrílicos que secan con mayor rapidez. De vez en cuando también se emplea la técnica de la acuarela. Desde hace tiempo, el pincel no es ya el único instrumento para aportar el color, sino que se utiliza cada vez más el aerógrafo, que matiza con mayor precisión. La mayoría de artistas utilizan tanto el pincel como la técnica del aerógrafo, y en la mano de un pintor bien versado, en modo alguno el pincel es la herramienta inferior.
La forma de trabajar de Boris Vallejo puede servir de ejemplo respecto a los muchos estudios previos y consideraciones necesarias antes de presentar al observador una obra que posea una forma y estilo convincentes. El propio proceso de pintar suele ser tan sólo la última fase de un largo proceso.
Por lo general, Vallejo comienza con pequeños esbozos a lápiz, los cuales va elaborando cada vez más, hasta formar una composición a grandes rasgos. «A veces, al comenzar, no poseo todavía ninguna idea de lo que realmente deseo representar, todo se trata más bien de una impresión sobre el modo en que debo colocar los elementos de una imagen y cómo me gustaría repartir la superficie». Nadie, salvo el artista mismo, podría saber lo que se aprovechará de este boceto, lo que mostrará la imagen una vez terminada.
Tan pronto como Vallejo cree que el boceto «ya está», empieza el trabajo con los modelos. Vallejo fotografía a sus modelos en las posturas que deberán presentar luego las figuras de su dibujo. Aun cuando al comienzo trabajaba con modelos fotográficos profesionales, ahora prefiere servirse de amigos y familiares, para que posen ante la cámara para sus dibujos. El mismo Vallejo puede reconocerse en muchas de sus ilustraciones. Pero estas fotos sirven más bien como soportes para su idea que como modelos rígidos a los cuales el artista sólo tendría que copiar.
En el proceso de pintura, Vallejo trabaja con la luz artificial de tubos fluorescentes, puesto que es la que le parece mejor. Para dar el color utiliza pinturas acrílicas, mientras que para la ejecución final emplea el óleo.
Vallejo destina de tres a seis días por cada dibujo. No parece mucho si se tiene en cuenta la cuidada técnica de estos cuadros, y sin embargo es mucho más tiempo que el que, por ejemplo, requiere un dibujo de Frank Frazetta. Tan diferentes son los temperamentos artísticos como los modos de pintar de los creadores fantásticos.
Los ilustradores que tienen éxito internacional ya no se ven obligados a aceptar cualquier encargo que les sea ofrecido. Antes existía la norma de que el artista tenía que ilustrar el libro que se le presentaba, actualmente esto ya no sucede, puesto que el editor busca un texto que pueda armonizar con una ilustración que ya está hecha.
Naturalmente, esto sólo es válido para estrellas elegidas. Los ilustradores que aparecen en las siguientes páginas constituyen dichas estrellas del arte fantástico. Con sus extraordinarias visiones dan la presentación a la moderna creación de portadas.
El arte fantástico es una forma de expresión de nuestro tiempo. Pero los maestros de este arte prevalecerán más allá de los tiempos.