Dibujo de Retratos
Son muchos los artistas que han dedicado su actividad profesional al retrato, y ello se debe a la enorme fascinación que provoca el rostro humano, a su infinita diversidad y a su facultad de expresar los más sutiles matices emocionales. Cada momento es diferente a los demás y representa para el artista, que, además de detalles y facciones, debe captar el destello único de su personalidad, un desafío siempre nuevo y fascinante.
Una misma cara puede variar radicalmente con un leve giro de cabeza o un pequeño cambio en la incidencia de la luz, de igual modo que el talante del modelo modifica también el contenido emocional del retrato. Tan amplias son las posibilidades expresivas de éste, que el dibujo de la cabeza humana se convierte con frecuencia para el artista en una placentera obsesión que llega a nublar su interés por otros temas. Al igual que muchos dibujantes de todos los tiempos, el aficionado descubrirá que hay pocas cosas tan emocionantes como ver surgir del papel la expresión viva de una persona. El retrato es el tema preferido del artista fascinado por el ser humano.
Forma y proporciones.
En los esbozos de los grandes maestros del Renacimiento, la compleja silueta de la cabeza humana está sintetizada con frecuencia en una forma ovoidea, cuyo contorno sirve de marco para el emplazamiento de las facciones.
Vista de frente, la forma básica de la cabeza es similar a la de un huevo, y de hecho son mucho los dibujantes que empiezan a dibujarla con este contorno. El trazado de una línea central vertical sirve de guía para emplazar simétricamente las facciones. Conviene también dibujar líneas auxiliares horizontales para situar correctamente las facciones a ambos lados de la línea vertical.
Las luces y sombras de la cabeza se distribuyen de forma similar a las de un huevo. Si se observa el dibujo de izquierda a derecha, se aprecian cuatro zonas tonales suavemente difuminadas: zona iluminada, zona de media tinta, resultante del difuminado del paso de la sombra a la luz, zona de sombra y zona de luz reflejada, en la que la sombra se aclara. La barbilla proyecta su sombra en el cuello.
Para empezar un retrato de perfil, debe contemplarse la cabeza como constituida por dos formas ovoides superpuestas, vertical y horizontal, ambas algo inclinadas. Observando el dibujo, se aprecian gradaciones tonales de luz, media tinta, sombra y reflejos. Similar valoración aparece en el lado derecho del cuello cilíndrico.
Las gradaciones tonales de la forma ovoide y del cilindro son muy parecidas a las de la cabeza y el cuello, aunque la forma de éstos sea más compleja. Las zonas tonales diferentes se aprecian claramente en las zonas del cráneo, mejilla y mandíbula, así como en la cuenca del ojo, nariz y cuello.
Si la cabeza del modelo gira 45º lateralmente, se encuentra en la posición de medio perfil o de tres cuartos. El esbozo de esta posición consiste también en dos formas ovoides superpuestas, aunque la horizontal es, en este caso, bastante menos visible que en el ejemplo anterior. La graduación de los cuatro tonos es básicamente la misma.
Como la luz procede de la derecha, tanto en la forma ovoide como en la cabeza, la graduación de luz, media tinta, sombra y reflejos va de derecha a izquierda, resultando este efecto también evidente en la barbilla y la mandíbula. La nariz proyecta su sombra sobre el labio superior, y el lóbulo de la oreja sobre la parte situada detrás de la mandíbula.
Cuando la cabeza se agacha (o el dibujante está situado más arriba), siguen viéndose las dos formas ovoides superpuestas, si bien el emplazamiento de las líneas auxiliares sufre un cambio importante. Nótese su curvatura: las horizontales se curvan alrededor de la forma ovoide y originan aros paralelos. Aunque la alineación de las facciones se modifique, la valoración tonal es la misma.
Las luces y sombras inciden del mismo modo. Esta proyecta su sombra sobre el lado derecho de la cara, porque la luz incide del lado superior izquierdo.