Las Princesas de Boris Vallejo

Las Princesas de Boris Vallejo

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Para descansar de la pintura, Boris Vallejo toca el violín. Es un hombre muy ocupado, que desde 1977 ha producido más de 300 ilustraciones para cubiertas de libros, incluyendo series tan conocidas como Tarzán, Doc Savage y Conan. Sus ilustraciones fantásticas destacan por la gracia y proporción de las figuras humanas y no humanas que aparecen en ellas. Son visiones de éxtasis, encantamiento y transformación, que describen mundos oníricos, con rasgos de pesadilla, o deseos secretos hechos realidad. En todos ellos predomina la belleza del mundo humano, realizada a veces con alas y contrastada con árboles retorcidos, anillos de serpientes y cuernos de demonios.

 

Nacido en Lima (Perú), Vallejo vive actualmente en Allentown, Pensilvania, con su esposa Doris. Anteriormente, por los años de su mayor esplendor profesional, los 80-90, vivió en Nueva York, donde trabajaba en un despacho de roble, en un estudio lleno de estanterías que contenían tintas de colores, aceite de linaza, disolventes y una gran variedad de libros de historia natural que siempre ha utilizado de referencia. Su despacho estaba abarrotado de tableros de dibujo, lápices prismacolor, rotuladores, y equipo para revelar películas. También había en el estudio una colección de cintas que proporcionaban el fondo musical _generalmente clásico_ que Vallejo siempre utilizaba para pintar.

 

Princesa Primitiva

 

De niño siempre pensó que acabaría siendo médico, aunque su fascinación por el arte comenzó muy temprano. «Cuando tenía unos 10 años, mi padre me compró una colección de cincuenta reproducciones de cuadros famosos, a todo color, en papel granulado como un lienzo, de 20×25 cm. Esto sucedió en Perú, aunque las reproducciones venían de España. Eran un tesoro para mí. Todas eran de antiguos maestros, como Vermeer, Rembrandt, Van Gogh, DaVinci, etc. Pasé varios años copiando aquellas pinturas. Mi formación artística fue clásica: me gustaban más que nada los pintores clásicos y mis favoritos eran Murillo y Velázquez, cuyas obras consideraba como la más alta cima de la pintura.»

 

Boris Vallejo hizo dibujos y pintó murales antes de empezar a recibir lecciones formales de arte a los catorce años. Sin embargo, no pensó que llegaría a ganarse la vida con sus ilustraciones, y estudió Medicina en la Universidad. Pero también prosiguió con las lecciones de arte y al final decidió no seguir con la carrera médica cuando consiguió un trabajo temporal para hacer diagramas de instrucciones. Uno de sus amigos era un artista de talento y Vallejo considera que aprendió más de él que de las clases de escuela de arte. Sin embargo, las clases le dieron la primera oportunidad de dibujar modelos desnudos durante varias horas al día.

 

Comenzó a llevar muestras de arte a las editoriales, pensando que eran tan buenas como las de cualquier otro y se sorprendió cuando las vio rechazadas, aunque ahora piensa que, como todos los principiantes, no era lo suficientemente objetivo hacia su trabajo. Cree que un ilustrador tiene que hacerse consciente de sus defectos para poder empezar a progresar y hacer trabajos profesionales. Es importante estudiar críticamente la producción propia, y desarrollar una aguda conciencia de la textura, las luces, las sombras, el contraste, el uso del color. No obstante no hay que apreciar muy profundamente los propios defectos: «Si te das cuenta de lo abajo que estás en comparación con los antiguos maestros, puede resultarte abrumador.»

 

A Vallejo le fascinaba el empleo que Rembrandt hacía de la luz y el color, y estudió sus pinturas antes de experimentar en este campo. Descubrió que el amarillo era más brillante que el blanco en un lienzo, porque crea una mayor ilusión del brillo, y que se puede hacer que el negro parezca más obscuro añadiéndole rojo para producir una sensación de profundidad. Los contrastes y el claroscuro son importantes en su obra, pero la pintura misma no es más que la fase final de varios procesos.

 

MirageLa mayoría de sus ilustraciones comienzan con un boceto inicial a lápiz en un cuaderno de papel fino de calco. Dibuja algo, y lo mete bajo otra hoja, sigue dibujando y cambiando cosas, y así se desarrolla la composición. En esta fase no utiliza modelos ni referencias visuales, hasta que está satisfecho por el diseño general y el movimiento de las figuras.

 

«Siempre empiezo con algún tipo de imagen, pero muy abstracta. Me siento y veo lo que sucede. Más que figuras concretas, tengo una cierta idea de masas en ciertas zonas y una sensación de espacio negativo en otras.»

 

Cuando el boceto está terminado pasa a la fase fotográfica. «Antes trabajaba con modelos profesionales, pero ahora me parece que consigo una sensación más espontánea y natural con personas no profesionales. Utilizo a mi esposa, a mis amigos y a mí mismo. Algunos de mis amigos son artistas y se prestan muy bien a ello. Se mueven y posan muy bien».

 

En sus ilustraciones trata de evitar la acción exagerada porque no quiere un efecto de cómic. También se esfuerza por evitar el congelamiento de la imagen fotográfica, buscando un movimiento más gracioso y clásico.

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