Paul Lehr
Al igual como muchos otros se dedican actualmente a la 
, el americano Paul Lehr empezó su carrera con «cuadros espaciales» dentro del campo de la ciencia ficción. Ello tenía lugar en 1958, cuando el interés por los viajes espaciales cobró un nuevo impulso gracias al éxito del Sputnik.
Lehr recuerda cómo compuso los modelos para su primera portada: «Construí mis “naves espaciales” con toda clase de útiles —como, por ejemplo, pelotas de ping-pong— y luego pintaba los cuadros del mismo modo que otros artistas pintaban bodegones. Llevé uno de estos cuadros a Bantam Books. Fue mi primera portada».
Para Paul Lehr, que entonces contaba 28 años de edad, fue el comienzo de una continua y completa actividad como ilustrador. «Así, desde aquellas fechas he creado de cuatrocientas a quinientas portadas», es lo que ahora piensa. La cantidad exacta no se puede saber. Con la rutina creciente también varían los métodos utilizados por Lehr en sus composiciones. Entretanto, le interesan menos las rígidas formas de las naves espaciales que la idea de un mundo de fantasía, el cual funciona con normas y leyes distintas al nuestro.
Como ilustrador, Lehr raramente se somete a los deseos de su cliente. Con frecuencia, un editor sabe ya con bastante exactitud lo que quiere, tal como se imagina la cubierta de su libro, mientras que hay otros que dejan tanto margen al pintor como permite el modelo literario.
«En la mayoría de casos poseo la libertad de dejar jugar mi fantasía y poder interpretar artísticamente la historia que debo ilustrar, tal como yo la siento». Un pintor piensa, fundamentalmente, en imágenes, y tal como pretende Paul Lehr, la inspiración visual de un tema no es raro que se deba menos a la exacta interpretación de un texto que a la representación del mismo.
Paul Lehr, cuyas visiones actualmente fueron más solicitadas que nunca, es un maestro en el campo de la ciencia ficción y de la ilustración fantástica. Una de sus aficiones personales aún recuerda los modestos comienzos de su carrera: Utilizando diversos materiales que recoge en su granja de Pennsylvania, Paul Lehr crea volúmenes, a menudo abstractos, de esculturas chabacanas. De este modo da expresión tridimensional a su asombrosa fantasía.